domingo, 22 de diciembre de 2013


NO MATARÁS

El hastío y la soledad me conducían inexorablemente a cometer actos  propios de un orate. Esa tarde, tras beberme unas cuantas copas y sin otra cosa que hacer, se me ocurrió llevar a cabo algo que sin el alcohol ingerido, no hubiera sido capaz de realizar. Me introduje en el baño con la luz apagada. Al no tener ventana, la oscuridad era absoluta. Situado frente al espejo invoqué al diablo con la intención de que se reflejara su imagen en el. Era algo que no recordaba cuando lo había escuchado y sin embargo había quedado grabado en mi mente, acudiendo a ella de vez en cuando. Ahí estaba yo, decidido tras la ingesta de más de media botella de whisky barato, retando a las fuerzas del averno. Pasados un par de largos minutos y sin éxito, decidí no hacer el idiota por más tiempo. Mi mano se posó en el tirador de la puerta y el miedo se disparó cuando no pude abrirla. Miré hacia el espejo y entonces lo vi. Una horrible imagen incapaz de describir estaba frente a mí, mirándome con una  siniestra sonrisa lo que provocó que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Intenté desesperadamente abrir la puerta y cuando al fin lo conseguí salí al salón donde perdí el conocimiento a consecuencia de la tensión acumulada. Al despertar, esa horrible figura estaba sentada en el sofá observándome. Creí que volvería a desmayarme nuevamente y sin saber de dónde, saqué el coraje necesario y me atreví a preguntar. —Quien eres… Que quieres de mi? —Quien soy está claro. —respondió. —Y lo que quiero es jugar a un juego. —Su voz sonaba normal lo que hizo que me tranquilizara un poco aunque su presencia me aterraba. —No quiero jugar a nada. Por favor vete y déjame en paz. — ¿Irme? ¿Dejarte en paz? ¿Acaso crees que puedes reclamar mi presencia sin nada que darme a cambio?—Tras esas palabras soltó una carcajada tan estridente como desagradable. —Proporcióname una vida y tan solo así podrás librarte de mí. — ¿Una vida?—pregunte incrédulo. —No entiendo lo que quieres decir. —No importa, solamente escucha con atención. Mi juego lo llamaremos los diez mandamientos. Tienes que hacer todo lo contrario a lo que mandan, uno a uno. Cuando termines el juego no volverás a verme. —Dicho esto desapareció. Estuve bastante tiempo quieto, sin atrever a mover siquiera un solo musculo, razonando lo ocurrido. No estaba soñando. Lo que acababa de sucederme había sido real y tenía una misión que cumplir.

Busqué una biblia entre los libros de mi estantería y comencé a leerme los diez mandamientos. *Amaras a Dios sobre todas las cosas. *No tomaras el nombre de Dios en vano. *Santificaras las fiestas. *Honraras a tu padre y a tu madre. *No matarás. *No cometerás actos impuros.*No robaras.*No dirás falso testimonio ni mentiras.*No consentirás pensamientos ni deseos impuros.*No codiciaras los bienes ajenos. No era demasiado difícil si no fuera por el quinto mandamiento. No estaba dispuesto a matar a nadie. Cumplí la misión encomendada con nueve de los diez mandamientos. Deje pasar los días y al no suceder nada creí que todo volvía a la normalidad. Una noche me desperté sobresaltado. Me faltaba el aire y al abrir los ojos, ese ser terrible apretaba mi cuello mientras me exigía una vida. Su fétido aliento era insoportable. A partir de entonces mis sueños se veían interrumpidos cada noche. Comencé a demacrarme y notaba como la vida se me escapaba casi sin darme cuenta. Me puse en manos de un psicólogo que lejos de entender lo que me sucedía me diagnosticó esquizofrenia y manía persecutoria. Una noche, tras la visita del Íncubo, no aguanté más y decidí saltar al vacío, desde la ventana del noveno piso donde vivía. Mientras caía, un cable eléctrico partió en dos mi columna vertebral y cuando aterrice en el suelo lo único que se escuchó fue el ruido seco de mi cuerpo al contacto con el asfalto. Abrí los ojos con el último aliento de vida que aun me quedaba y allí estaba él, sonriendo con la satisfacción del que consigue su propósito. Entonces se acercó a mi oído. —Ya tengo la vida que te pedí. — Susurró escupiendo en mi cara nuevamente su pestilente y frío vaho. —La deuda queda saldada. Nuestro juego ha terminado. 

Luis Renedo de la Peña

viernes, 6 de diciembre de 2013


 Aqui os dejo alguna fotografía de nuestro programa de radio
"Trilceratura" En este caso nuestros invitados son Fernando Perez San Juan con cazadora roja y Elena Muñoz con cazadora marron. El resto somos miembros de Trilce Isla Literaria.











































ENLACES RADIO COPE MADRID SUR
 
Hola a todos.
Aquí os dejo los enlaces para que podais escuchar en diferido cada semana el programa de radio Trilceratura. Si queréis escucharlo en directo sintonizar en Cope Madrid Sur el 89.7 de la FM los jueves no festivos de 1 a 1.30.
 
 

FLORES PARA EZEQUIEL

 

Alfredo depositó junto a la tosca cruz que un día hizo con sus propias manos utilizando dos gruesas ramas de roble, un bonito ramo de surtidas flores. Luego se sentó y casi sin darse cuenta sintió como se le humedecían los ojos, mientras los recuerdos volvían inevitablemente a su cabeza. Hoy veintiuno de marzo, se cumplía el treinta aniversario de la trágica muerte de Ezequiel. Durante todos estos años jamás había faltado a su cita. Ezequiel había sido todo para él. Sus vidas estaban marcadas por multitud de coincidencias. Nacieron el mismo día en el seno de dos de las familias más pudientes de uno de los mejores barrios de Madrid. Vivian en el mismo portal y desde muy niños fueron amigos. Luego estudiaron en el mismo colegio y se graduaron en la misma universidad. Los dos optaron por la carrera de arquitectura siendo alumnos brillantes. Apenas con treinta años ya dirigían su propio estudio con notable éxito. Sus mujeres, dos bellezas, hacían que fueran envidiados dentro del círculo social donde se desenvolvían. Todo daba a entender que el éxito y la felicidad rodeaban sus vidas, pero nada más lejos de la realidad. Había algo que jamás podrían declarar. Algo que nunca se atreverían a decir y que por todos los medios debía quedar oculto. Era su condición Homosexual. Siempre se habían atraído pero nunca se dijeron nada, condicionados por la estricta educación que recibieron. Ser homosexual dentro del ámbito familiar era un pecado. Una aberración. Una vergüenza. Fue una noche durante una cena. Ezequiel pidió a Alfredo que le acompañara al sótano de la casa donde se ubicaba la bodega, para que le ayudara a seleccionar unas botellas de vino que tomarían en la cena. Cuando estuvieron a solas, no hicieron falta palabras. El amor contenido durante tanto tiempo, se desató, y se besaron como si el mundo fuera a terminarse. Durante la cena, trataron de comportarse como habitualmente solían hacerlo pero sus miradas al cruzarse estaban repletas de complicidad y los dos sabían que lo que acababan de iniciar ya no podría pararlo nadie. Comenzaron una relación paralela a sus matrimonios y buscaban cualquier excusa para poder estar a solas. Aún así, no era suficiente ya que el temor a ser descubiertos estaba siempre presente. Necesitaban tiempo para ellos dos, lejos de todos y de cualquier responsabilidad. Un día Alfredo propuso a Ezequiel perderse una semana en la montaña.  Se llevarían una tienda de campaña, como cuando eran más jóvenes. Eso les daría la sensación de ser aún más libres. Pondrían como excusa un proyecto en alguna ciudad, donde tendrían que pasar una semana para realizar un estudio de alguna construcción. Era un plan perfecto y así lo hicieron. La primera noche en la montaña se amaron teniendo como testigo, un precioso cielo cargado de estrellas. Después se quedaron dormidos en un profundo abrazo. Estaban despuntando los primeros rayos de sol, cuando algo cayó encima de la tienda de campaña desbaratándola por completo. Apenas unos segundos después, mientras intentaban salir de entre la maraña de tubos huecos de aluminio y lona, sintieron como el suelo se abría bajo sus pies. Un corrimiento de tierra, que apenas duró un momento, se ensañó con ellos. Alfredo, se arrastró como pudo para ponerse a salvo en el último instante y a pesar de fracturarse una de sus piernas  pudo escapar de la tragedia. Ezequiel no tuvo la misma suerte y varias toneladas de arena y piedras cayeron encima de él enterrándolo para siempre. Alfredo, magullado herido y hambriento, estuvo tres días vagando sin rumbo hasta que lo encontraron unos cazadores que lo salvaron de una muerte casi segura. Cuando Alfredo acudió al lugar con los servicios de rescate no pudieron recuperar los restos de  Ezequiel ya que el terreno no ofrecía las garantías suficientes para que entraran las máquinas. La montaña había reclamado el cuerpo de su amigo para siempre. Con dos gruesas ramas hizo una cruz que puso encima de la tierra donde descansaban los restos de su amor. Unos meses más tarde se divorció, rompiendo con todo lo que le tenía condicionado y decidió vivir el resto de su vida afrontando lo que realmente era. Una persona con la capacidad suficiente para dar y recibir cariño sin importarle su condición sexual.

 Pasado un largo rato, Alfredo se levantó, posó la mano en sus labios y lanzó un beso hacia la tierra, junto a la vieja cruz donde descansaba el amor de su vida. Se puso el sombrero en la cabeza y apoyándose en su bastón dio media vuelta y se fue alejando mientras resbalaban por sus mejillas un par de lágrimas furtivas que absorbió agradecido el polvoriento camino.

Luis Renedo de la peña. 

Un adiós en otoño

El chirriar de las ruedas al abrir el ventanal que daba acceso al jardín, era la señal que Carlos esperaba a diario, para salir al encuentro de su vecino Bruno. Hacía diez años que se conocían, y aprovechando las horas en las que el sol no era tan fuerte, solían conversar a través de una verja que separaba las dos casas. Se miraban de reojo carraspeando varias veces, hasta que al fin uno de los dos se decidía a hablar, rompiendo así la tensión existente ya que cada día sus pláticas terminaban en una polémica próxima al enfado, por los diferentes puntos de vista que ambos tenían. Bruno, militar retirado, estaba acostumbrado a dar órdenes y casi siempre se creía en posesión de la verdad. Carlos por su parte, también era un hombre de carácter fuerte, lo que hacía que ambos chocaran hasta el punto de insultarse, siendo habitual que acabaran metiéndose en casa dando por terminada la conversación, y con el firme propósito de no volverse a ver nunca más. Aun así, al día siguiente como si de un ritual se tratara, cada uno salía al jardín a las once en punto de la mañana. Octogenarios los dos, tenían en común el haber sido testigos participes de los episodios más trascendentes de la joven democracia española. Uno los había vivido como militar y otro como periodista, y aunque comenzaran hablando de cualquier tema, al final siempre terminaba la política siendo protagonista de sus conversaciones. Era entonces cuando irremediablemente surgían las diferencias insalvables, causa de sus desavenencias.

Una mañana de noviembre, Carlos no escuchó el ruido del ventanal. Miró su reloj y vio que marcaba las once y cinco. —Se habrá dormido. —pensó, aunque se le hacía raro ya que no era habitual. Continuó esperando, pero Bruno no acudió. Un inusual ruido de automóviles aparcando en la entrada hizo que Carlos saliera al jardín. Entonces entendió lo que sucedía. Vio como introducían en el interior de un coche fúnebre, el ataúd con el cuerpo de Bruno. Se quedó quieto, casi petrificado, intentando asimilar la dura realidad. Después, arrastrando los pies y con el corazón encogido se  metió en casa. Nunca le habían pesado tanto sus ochenta años como ahora. Se recostó en su sillón ya que las piernas no le sostenían. Poco a poco fueron pasando por su mente los recuerdos de los últimos diez años, hasta que un nudo en su garganta se hizo insoportable y como un niño, rompió a llorar. Al día siguiente salió al jardín antes de lo acostumbrado. Ya no quedaban motivos para esperar a nadie. Se quedó pensativo, mirando fijamente esa hiedra, que como una cascada colgaba de uno de los muros de la casa de Bruno. Todavía tenía algunas hojas verdes, aunque casi todas, con su color cobrizo, luchaban desesperadamente por no desprenderse de sus delgadas ramas. Carlos sabía que era una lucha baldía, ya que acabarían tornándose de color amarillo y entonces caerían al suelo muriendo irremediablemente. Observó también como las gotas de roció resbalaban por las ramas ausentes de hojas, al igual que caminaban hacia la comisura de sus labios lentamente, las saladas gotas que brotaban de sus ojos. A partir de ahora, los otoños serían más grises y las mañanas silenciosas formarían parte del resto de su vida. Le dolía profundamente no haber podido despedirse de Bruno y era algo que a su manera debía solucionar. Decidido, sacó el pañuelo, sonó su nariz y secándose las lágrimas se levantó dispuesto a retomar su profesión de periodista. Entró en casa y abriendo un viejo baúl sacó su máquina de escribir, compañera inseparable durante tantos años y se dispuso a usarla de nuevo. Escribiría un libro donde narraría los encuentros con su amigo Bruno. Sería un homenaje a la vez que una despedida. Metió un folio entre los rodillos de su Olivetti y comenzó a teclear. Tan solo puso el título y le pareció perfecto, una vez que lo hubo leído un par de veces. “Un adiós en otoño”  Sí, esa sería su última obra, su obra maestra.

Luis Renedo de la Peña

lunes, 11 de noviembre de 2013


Aprendiz de las letras

El frío, metiéndose en mis huesos, fue lo que me despertó. Sabía que me encontraba en el sótano del edificio bibliotecario de la ciudad. Había bajado en busca de uno de esos libros casi olvidados, seguro de encontrar en sus páginas una literatura interesante, diferente y desconocida. Si había algo que deseaba con todas mis ganas era convertirme en escritor y la biblioteca era un lugar de visita obligada casi a diario. Todo estaba a oscuras y en silencio. Seguramente, el cansancio había hecho que me durmiera y estaba encerrado sin posibilidad de salir, hasta las ocho de la mañana. Sin un teléfono, no podía avisar a nadie así que me lo tendría que tomar con calma. Subí las escaleras hasta la planta central. Despacio, tanteando las paredes en plena oscuridad para no tropezarme. Una vez allí, el haz de luz que desprendían  las farolas del paseo, se filtraba por las ventanas, proporcionando una visión aceptable. Me recosté en uno de los varios sillones de polipiel con la intención de conciliar el sueño. No habían pasado unos minutos, cuando unas voces que provenían del auditorio suscitaron mi curiosidad. Me acerqué despacio, dando pasos cortos hasta acercarme a la puerta. Intenté saber que se tramaba allí dentro, poniendo mi oreja lo más pegada que pude. Solamente escuchaba ruidos, palabras ininteligibles de lo que parecían varias conversaciones a la vez. Al fin decidí saber que o quienes se encontraban tras esa puerta, y una vez abierta, me quedé fascinado. En la sala, varios grupos de personas, conversaban mientras tomaban una copa de vino. Todos eran escritores. Pude reconocer a Jorge Luis Borges, Vladimir Nabokob, Emile Zola y Leo tostoí que mantenían diferentes puntos de vista literarios. Camilo José Cela, Junto a José Saramago y Azorín, formaban otro de los grupos. Cela, al advertir mi presencia me invitó a pasar preguntándome qué libros tenía escritos, pues no le resultaba conocido como un galardonado con el premio Nobel, o con un Cervantes cuanto menos. —No soy aún escritor. —respondí. —Es que me he quedado dormido y no tengo otro remedio que pasar aquí la noche. —Pues tenga usted presente joven, que “no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo” A continuación, soltó una sonora carcajada que corearon sus dos acompañantes casi obligados, por no desairar al académico de las letras. Me quedé un tanto desconcertado y Francisco Umbral que había escuchado el comentario, recriminó a Camilo su ordinario vocabulario para conmigo. —Me parece Don Francisco que nadie le ha dado vela en este entierro. —contestó algo molesto. —Además usted no es un premio Nobel, así que como supongo que ha venido a hablar de su libro dedíquese a eso y a sus crónicas periodísticas. —esto último no iba carente de tintes algo ofensivos. Francisco Umbral lejos de molestarse ajustó la bufanda blanca a su cuello y alzó su grave voz para que se escuchara claro lo que iba a decir. Mire usted Nobel ordinario. —respondió muy seguro de sí. ¡Qué sabrán los asnos sobre periodismo! “El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al gobierno inquieto” Visto el cariz que esa conversación estaba adquiriendo, Azorín más mediador intentó poner un poco de orden. —Señores por favor. Que va a pensar nuestro invitado y futuro escritor de todos nosotros, conocidos y respetados literatos. Propongo que cada uno de ustedes aporte algún consejo que pueda ser de utilidad a esta joven promesa de las letras y que se lleve una buena impresión de todos los que estamos hoy presentes. –las Palabras de Azorín fueron muy aplaudidas y fue el primero en regalarme una de sus frases. Ten presente una cosa. —me dijo. —“Sin los escritores, aún los actos más laudables son de un día” José Saramago por su parte me comentó “Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz no sería escritor” “Solo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes”. Miguel Delibes contribuyó diciéndome “Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes cuando lo escribió aún no lo había leído” Incluso Julio Verne me hablo de lo importante que es soñar y me regaló dos de sus frases. “Todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad”  “A partir de ahora no viajaré más que en sueños”. Una vez hube dado las gracias por tanta sabiduría, cerré la puerta y me volví al sillón donde me atrapó el sueño.

A la mañana siguiente, un policía me despertó. Me habían estado buscando durante toda la noche ya que mis padres se alarmaron cuando no regresé a casa. Tenía la sensación de haber vivido un bonito sueño y quizá lo fue, pero en mi cabeza tenía muchas cosas que seguro harían de mi un buen escritor. Me sentía feliz por haber podido compartir un sueño o una realidad con los más grandes autores literarios.

 

Luis Renedo de la Peña.

jueves, 31 de octubre de 2013





Videos presentación "A pesar de los años"


Aquí dejo los videos de la presentación de mi novela, para quien le apetezca verlos.



VIDEO PRESENTACIÓN - PARTE 1

VIDEO PRESENTACIÓN - PARTE 2

VIDEO PRESENTACIÓN - PARTE 3

VIDEO PRESENTACIÓN - PARTE 4










VENGANZA

Las temperaturas habían bajado considerablemente y el gélido aire se colaba por los agujeros del gastado jersey de Marcos. —Mañana sin falta me acercaré a los servicios sociales a ver si se apiadan de mí y me dan un abrigo. —pensó en voz alta. Continuó caminando hasta el siguiente puesto de basuras. Cuando descubrió los marcos de aluminio que se apoyaban sobre el lateral del contenedor amarillo donde se reciclaban los envases de plástico, se le alegró el corazón. Alguien había reformado la carpintería de aluminio de su vivienda y había tirado todos esos marcos de las ventanas a la basura. Hizo un cálculo mental y entre lo que llevaba en el carro mas el hallazgo que acababa de encontrarse, al menos sacaría como mínimo 80 euros. Había merecido la pena el frio que estaba pasando. Una vez que hubo cargado todo, se adentró en el parque y metiéndose en su raido saco de dormir se dispuso a pasar la noche.

Por la mañana a primera hora, vendió la chatarra obteniendo un par de euros más de lo previsto. Con eso y algo que ya tenía ahorrado podría pagarse una habitación durante un mes. Se acercó al locutorio regentado por un indio amigo suyo y se metió en internet para buscar algo barato. No le importaba que tuviera o no televisión. Teniendo una cama y un baño donde asearse era suficiente. Después de mirar varias ofertas, leyó algo que llamó inevitablemente su atención. “Vendo chalet en una de las mejores zonas residenciales. 400m2 construidos mas 1000 m2 de parcela con árboles frutales. Dos piscinas. Una exterior y otra interior climatizada.” El anuncio seguía describiendo una interminable lista de lujosos detalles. Pero lo que realmente llamó la atención de Marcos era el precio. Todo cuanto describían se vendía tan solo por cinco euros. Eso era imposible. Sin duda un error al redactar el anuncio debía de ser la causa de tal disparate. Marcos, bromeando lo comentó con su amigo lo que ocasionó la hilaridad de ambos. Aún así, no perdía nada si hacía una llamada de teléfono al número indicado al final del ridículo anuncio. Se quedó sin habla cuando una voz al otro lado de la línea le aseguró que el precio era el que acababa de leer.

Tres semanas antes los periódicos se hacían eco de la noticia sobre la muerte de Fermín Olarte uno de los empresarios más influyentes y prósperos de la ciudad .Un cáncer de páncreas había acabado con su vida. Su esposa Soraya, fiel y abnegada compañera, le había cuidado hasta el último momento. Cuando los abogados reunieron a la familia para abrir el testamento, una vez hechas las reparticiones a la esposa e hijos, en un anexo, se especificaba que dicho inmueble se vendiera y el dinero obtenido sería íntegramente para Adela, su amante. Fue en ese momento cuando su esposa Soraya se enteró de la doble vida que había llevado su marido. Muy digna, no dijo nada y salió del gabinete de abogados como la señora que era. Estaba dispuesta a cumplir la voluntad de su marido ya que así lo había dejado reflejado en el testamento pero en ningún momento se especificaba cantidad alguna. Cinco euros serian suficientes para quien sirvió de distracción a su marido mientras estuvo con vida.

Marcos adquirió por  cinco euros , la impresionante vivienda que vendió por una sustanciosa cantidad, comprándose a la vez un pequeño apartamento suficiente para vivir con dignidad y consiguiendo tener unos ahorros que le permitiría no tener que pasar malas noches en un sucio saco de dormir escondido entre los setos de cualquier parque.

Soraya, cumplió con la voluntad de su esposo y a la vez se vengó de una manera elegante sin que le quedara remordimientos de conciencia.

Y es que…ya lo dice el refrán: << La venganza es un plato que ha de servirse frío>>

Luis Renedo De La Peña

 

lunes, 14 de octubre de 2013


PRESENTACIÓN
 
 
Para todos aquellos que me leéis recordaros que este próximo viernes día 18 de octubre a las 7.30 en la biblioteca Ana Mª Matute en la localidad de Valdemoro, haré la presentación de mi novela "A pesar de los años". Si deseáis compartir este momento conmigo, os espero.
 
 
 
 
 
 
 
ENCUENTRO CO LA POESÍA


SI ME VES


Si  un día me encuentras con la mirada ausente
Déjame en silencio, no me digas nada
Quizá esté pensando que un día amanezca
Y me encuentre solo, llorando tu ausencia
Ansiando tus besos, echando de menos
Todos tus abrazos porque te hayas ido
Porque estés muy lejos, quizá en otros brazos
Besando otros labios que no sean los míos
Si me ves dormido, no irrumpas mi sueño
Quizá este soñando que beso tu boca
Que tengo tu cuerpo, que soy ese manto
Que arropa las noches del invierno frio
Si me ves llorando, no me tengas pena
No seques mi llanto, deja que resbale
Mojando mi cara, piensa que si lloro
Es porque me alegro de que estés conmigo
Al sentirte cerca por volver a verte
Porque te has quedado, porque no te has ido
Si es que me ves riendo, comparte mi risa
Aleja tus miedos, piensa que la vida
Solo es un instante de efímero tiempo
Donde si no hay risa, te atrapa el silencio
Dejando que todo se lo lleve el viento
Si me ves ausente, si me ves dormido
Si me ves llorando, si ves que me rio
Quédate  a mi lado, que todos los días
Vea que estoy vivo y en la noche sepa
Que cuando haga frio, tendré siempre tus brazos
Para darme su abrigo y tu cuerpo el sitio
Donde me refugie, cuando este perdido

 Luis Renedo De La Peña.

sábado, 12 de octubre de 2013


 ENCUENTRO CON LA POESÍA


NADIE COMO YO- QUIEN SINO YO

 
Nadie como yo pudo amarte tanto
Quien sino yo limpió tu llaga herida
Nadie como yo dio por ti la vida
Quien sino yo bebió tu amargo llanto
Nadie como yo a quien nunca quisiste
Quien sino yo que a tus pies me arrastraba
Nadie como yo que te idolatraba
Quien si no yo al que tanto prohibiste
Nadie como yo ahora que me llamas
Quien si no yo que escucha tu lamento
Nadie como yo cuando me reclamas
Quien sino yo que acude como el viento
Nadie como yo para abrir tu cama
Quien sino yo que te lleva tan dentro

Luis Renedo De La Peña.




 

lunes, 23 de septiembre de 2013


En la Gloria

 

Álvaro acababa de separarse y tenía prisa por vivir. Era como si el hastío y la monotonía de los ocho años de matrimonio que había vivido los tuviera que recuperar de golpe. Salía asiduamente, buscando el hueco de unos brazos donde refugiarse, aunque casi siempre acababa pagando unos minutos de compañía en uno de los muchos burdeles que se asentaban en la ciudad. Los chats de internet, se convirtieron en acompañantes asiduos cada noche. Fue así como conoció a Gloria. Ella, tenía veinte años y hacía apenas un par de meses que se había venido  a la capital para trabajar  en una casa como interna y poder combinar el trabajo con los estudios. Por la noche, al terminar su jornada, se metía en su cuarto y encendía el ordenador para tomar apuntes sobre la materia  que quería estudiar. La encantaban los niños y estaba segura de que algún día tendría su propia guardería. Gloria no era muy asidua de los chats pero esa noche decidió meterse en uno de los muchos que hay en la red y fue allí donde coincidió con Álvaro. Estuvieron conversando un par de horas y se citaron para el domingo que era el día que Gloria tenía libre. Cuando se conocieron aunque él era ocho años mayor, se cayeron bien y comenzaron una relación en la que solamente se veían un día a la semana. Álvaro la había contado muchas verdades a medias. Es cierto que trabajaba en un banco, pero no era subdirector, sino un empleado. Tampoco era cierto que su matrimonio se hubiera acabado a consecuencia del desgaste, sino por sus continuas infidelidades. Después de dos meses, un día, Gloria le dijo a Álvaro que se había quedado embarazada. El mundo se le cayó encima cuando lejos de hacerse cargo de ese niño que venía en camino, Álvaro se inventó mil excusas para salir huyendo. << Creo que no estoy preparado para esto>> <<Si tu quieres tenerlo estás en tu derecho pero aunque me hiciera cargo de su manutención, siempre le faltaría el cariño de un padre>> <<Lo mejor es que abortes y con el tiempo, cuando estemos preparados podremos tener más hijos. Por supuesto, yo correré con los gastos>>. Gloria entendió que no podía contar con Álvaro y su situación no era la más idónea para sacar a un hijo adelante. No tenía madre y si se presentaba en el pueblo embarazada no encontraría la ayuda de su padre. Tampoco podía perder ese trabajo. Con todo en su contra y muy a su pesar no la quedó más remedio que deshacerse del bebé. Puso una excusa en su trabajo para poder disponer del fin de semana completo y consumó el aborto. Lo pasó bastante mal ya que tuvo complicaciones y estuvo sangrando un par de días. El domingo por la noche y aún sin estar recuperada abandonó la habitación de la pensión donde se hospedaron. Un ya te llamaré por parte de él, fue todo. Gloria tuvo que seguir con su vida ya que no volvió a saber de Álvaro.

         Diez años después la vida hizo que se encontraran de nuevo. Un día, Álvaro tuvo que ir a recoger a su sobrino a la guardería. Era un favor que le había pedido su hermana ya que ella no podría ir esa tarde. Cuando entró se dio de bruces con Gloria. Aunque el paso de los años había pasado para los dos, se reconocieron nada más verse. En ese instante, Álvaro se arrepintió de haber dejado escapar a Gloria. Se había convertido en una belleza espectacular de veintiocho años. Se la veía más mujer y muy segura de sí misma. Se saludaron y después de una escueta conversación Álvaro recogió a su sobrino y se marchó. Se había quedado tan prendado de Gloria que comenzó a ir cada día a recoger a su sobrino con la intención de intentar retomar lo que hace años tuvieron. Ninguno de los dos se había casado y Gloria volvió a dejar seducir por Álvaro. Después de un año de estar saliendo, decidieron casarse. Hicieron los preparativos de la boda. Álvaro estaba enamorado hasta el tuétano y quería que ese día fuera espectacular. Además ahora, sí se lo podía permitir ya que había ascendido a subdirector y su sueldo no era malo. El día de la boda, Álvaro esperaba a Gloria a la puerta de la iglesia. Siguiendo la tradición ella se retrasó, aunque no demasiado. Cuando el sacerdote pronunció las palabras << Quieres a Gloria por esposa y prometes amarla y respetarla etc...>> Álvaro emocionado y con los ojos llorosos se apresuró a decir <<Si quiero >> El cura, volvió a repetir lo mismo para Gloria. Ella se giró y mirándole a los ojos comenzó diciendo. << No, no quiero a Álvaro por marido >> No quiero a un hombre que no sabe respetar ni respetarse. No quiero a un hombre que es capaz de dejar a su compañera en la estacada. No quiero a un hombre que no sabe resolver los problemas y no quiero a alguien que es capaz de matar a su propio hijo antes de que nazca. Una vez dicho esto se dio media vuelta y salió de la iglesia. Nadie se esperaba todo aquello y se quedaron conmocionados, pero ella se sentía muy bien. Había impartido justicia ante la injusticia que un día la hicieron a ella y a su hijo. Nunca su nombre tuvo tanto sentido. Ahora, más que nunca, se encontraba en la Gloria.

Luis Renedo de la peña.

lunes, 9 de septiembre de 2013


 

UN ADIÓS ANTES DE LLEGAR

 

La puerta de la clínica se cerró tras Elisa. En la calle un precioso día primaveral invitaba a pasear. Elisa tenía  enormes ganas de gritar de alegría pero no iba a hacerlo. Esta vez no. Habían sido demasiadas veces las que después de la noticia  de un embarazo, la había tocado llorar amargamente. Llevaba intentando ser madre desde que contrajo matrimonio y de eso hacía casi diez años. Seis fecundaciones in-vitro se habían malogrado y con ellas las esperanzas de un embarazo que llegara a buen fin. Así que debía ser prudente y esperar por lo menos los cuatro primeros meses, que eran los de más riesgo. Caminó hasta un parque repleto de adelfas y se sentó en uno de los bancos de madera colocando las manos sobre su vientre en un intento de transmitir algo de ternura a la minúscula criatura que comenzaba a gestarse en su interior. Estaba respirando el olor a césped recién cortado mientras pensaba en lo caprichosa que a veces puede ser la vida. Tantos intentos fallidos y ahora cuando ya casi se habían dado por vencidos, el destino, devolvía ese brillo de alegría a sus ojos. — ¿Me permite sentarme?—Quien hablaba era una señora de avanzada edad. Elisa levantó la mirada saliendo del ensimismamiento en el que estaba. Observó un instante a la anciana señora. Su cara llena de arrugas no era desagradable y sus ojos verdes aún conservaban parte de la luz que irradiaron en otra época. Tenía el aspecto de una anciana entrañable y eso fue suficiente para que Elisa permitiera que se sentara junto a ella. Una vez que se hubo sentado colocó su bolso sobre las rodillas y sus manos encima de este. Entonces Elisa pudo observar una mancha con la forma de un racimo de uvas entre las arrugas del dorso de su mano derecha. Estaba tan bien definido que si no hubiera sido por su color marrón oscuro incluso podría haberse confundido con un tatuaje pero tenía todas las trazas de ser una mancha de nacimiento. —Quería darte las gracias por todo el cariño que siempre me habéis dado. —Las palabras de la anciana hicieron que Elisa volviera su cabeza hacia ella. —Se  que no me queda demasiado tiempo. —Continuó diciendo. —Pero quiero que sepas que siempre me he sentido muy feliz a vuestro lado. —Elisa no dijo nada. A esas edades la demencia senil es fácil que se instale en la mente. Así que se limitó a sonreír sin dar ninguna importancia a las palabras que acababa de escuchar. —Me gustaría besarte por última vez. —La anciana se levantó y acariciando el pelo de Elisa besó su frente. Después con pasos cortos fue perdiéndose por el parque hasta que desapareció. Ese beso… esos labios…Por un momento Elisa tuvo una extraña sensación pero no reparó en ello ya que su mente estaba ocupada por esa extraordinaria noticia que acababa de recibir.

Nueve meses después Elisa daba a luz una niña preciosa. Estaba escuchando el llanto de la pequeña mientras las matronas la limpiaban antes de entregársela. Cuando se la pusieron encima la niña buscó el pezón con avidez hasta que lo encontró. Sus diminutas manos se aferraron al pecho apretándolo en un intento de que la leche saliera con más fuerza. Entonces pudo verlo. En su mano derecha, en el dorso, una pequeña mancha tenía perfectamente definida la forma de un racimo de uvas. Apretó suavemente la pequeña cabeza contra su pecho y besó tiernamente a su niña sabiendo que viviría muchos años y gozaría de buena salud. Luego, mirándola dejó salir de sus labios unas gracias, aunque no supiera la pequeña aún el significado de esa palabra. O quizá si.

Luis Renedo De La Peña

martes, 3 de septiembre de 2013

Desde aquí quiero agradecer a todos los que habéis leído mi novela por las buenas críticas que de ella estoy recibiendo. Podéis adquirirla a través de Internet en www.Agapea.com www.libreriaproteo.com  www.librolibro.es  www.libritienda.com . También se puede comprar en La fnac El Corte Ingles y la casa del libro. Solamente deseo que la disfrutéis tanto leyéndola como yo la disfruté cuando la escribí.
 

sábado, 24 de agosto de 2013


CODICIA

 
Me había acercado al “Rastro” de Madrid como solía hacer cada primer domingo de mes desde hacía casi veinte años. Según las estadísticas existían tres carteristas por cada doscientas personas. Quizá fuera cierto pero a mí  “una persona prudente” jamás me había sucedido nada. Tenía por costumbre llevar el dinero, la documentación y las llaves de casa en los bolsillos delanteros de mi pantalón. Eso complicaba las cosas a quien intentara robarme. Después de bajar la Ribera de Curtidores a paso de tortuga por la cantidad de gente que había decidí meterme en uno de los callejones donde la aglomeración era menor. Un tipo con pinta de “Yonqui” se me acercó y sacó de dentro de una bolsa de basura una cazadora de cuero nueva. Era preciosa y, además, se notaba que era de calidad. La etiqueta marcaba 400 euros y sin duda era el precio real. Nunca había comprado nada robado, pero esa prenda me enamoró y le ofrecí 50 euros. Me comentó que le perseguía la policía y debía deshacerse de la cazadora cuanto antes pero, lo que le ofrecía era muy poco. Me pidió el doble y después de un regateo con prisa, no llegamos a un acuerdo. El tipo metió la cazadora en la bolsa de basura y desapareció. Tenía que habérsela comprado. —pensé—. Intenté quitarme el episodio de la cabeza y continué con mi paseo. Apenas diez minutos más tarde, me abordó de nuevo el tipo. Esta vez se le veía apurado. Me puso la bolsa de basura en la mano y me preguntó cuánto le ofrecía. —Cincuenta euros. —respondí seguro de que esta vez aceptaría. —Mira ni para ti ni para mí. —me dijo convencido. —75  euros y te la llevas. —Ante  esa oferta, y con miedo a que nos viera la policía, acepté. Una vez que le di el dinero desapareció perdiéndose entre la gente. Me metí en un portal para ver la compra tan estupenda que acababa de hacer. Al abrir la bolsa me llamé estúpido cientos de veces. Allí no había otra cosa que no fueran trapos. Había comprado 75 euros de viejos trapos. Entendí que mi codicia desmesurada, y el pretender aprovecharme de la desesperación ajena, me habían dado una buena lección. Deberían decir las estadísticas que por cada diez timadores siempre hay un “pardillo” dispuesto para alegrarles el día.

Luis Renedo De La Peña

sábado, 17 de agosto de 2013


FICCIÓN O REALIDAD

 

Mi nombre es Guillermo y si Dios quiere este año cumpliré los ochenta y cinco. Toda mi trayectoria profesional la desarrollé durante cuarenta y cinco años como comercial en el sector del acero y puedo estar y de hecho estoy orgulloso de haber cerrado negocios millonarios vendiendo toneladas de acero con las que se han construido muchas de las megas estructuras que hoy se erigen a lo largo del mundo. Podría decir que gozo de buena salud si no fuera por los somníferos que tomo desde hace veinte años para poder conciliar el sueño ya que sin ellos sería imposible dormir siquiera unos minutos. Todo sucedió el mismo día de mi jubilación.

Fue un día maravilloso. Se organizó una cena donde acudieron todos los directivos de la empresa y no dejaron de agasajarme durante toda la velada. Un discurso de agradecimiento por mi labor y dedicación durante tantos años hizo que me emocionara tanto que no pude reprimir unas emotivas  lágrimas. Me obsequiaron con varios regalos, entre ellos un reloj de oro y un abultado cheque que sin duda me permitiría más de un capricho, aparte de una sustanciosa jubilación con la que viviría sin problemas hasta que me muriera. Cuando llegué a casa eran las dos de la madrugada y aunque la fiesta se había alargado un poco me encontraba contento aunque realmente bastante cansado. Así que bebí un vaso de agua y me metí en la cama. Supongo que no debí tardar demasiado en quedarme dormido. De pronto sentí unas manos agarrándome y aunque forcejeé para liberarme de ellas al final las fuerzas me abandonaron y  vi como me transportaban como en volandas hacia una sala de color morado. Mi cuerpo en horizontal al igual que el de otras personas que estaban en la misma situación se sostenía en el aire, apoyado en una especie de tubo fluorescente de color violeta. Pude observar un símbolo que se repetía por toda la sala. Eran tres triángulos separados por un guión. De repente los tubos fluorescentes con nosotros encima comenzaron a moverse y fuimos pasando por diferentes máquinas de las que bajaba un haz de luz cegadora que nos obligaba a mantener los ojos cerrados. Al final del proceso unas formas humanoides (ya que poseían brazos y piernas) carentes de rasgos físicos, nos fueron depositando dentro de unas urnas que contenían un líquido viscoso.

Me desperté sobresaltado y empapado en sudor aunque tranquilo y dando gracias a Dios por estar en mi cama. Menos mal pensé. Todo había sido una pesadilla, quizá debido al ajetreo de la noche anterior. Una buena ducha seguro que me dejaría como nuevo. Después me preparé un desayuno. Mi primer desayuno como jubilado, así que me lo tomaría sin prisas, relajado mientras pensaba que haría con mi vida a partir de ahora. Bebí un sorbo de mi café y fue entonces, al dejar el vaso sobre la mesa, cuando me di cuenta de que en la parte interna de mi muñeca había unas marcas. La sangre se me heló en las venas cuando las vi. Eran tres triángulos separados por unos guiones igual que los que había visto en mi sueño. Comencé a no dormir por las noches por miedo a que me sucediera algo parecido a lo que viví y eso hizo que mi salud comenzara a resquebrajarse. Durante el día me quedaba dormido en cualquier momento y al final no tuve más remedio que acudir al médico quien me recetó pastillas para dormir temporalmente ya que mi insomnio según él, se debía al cambio de horarios debido a la jubilación. Yo, por supuesto no podía contar a nadie la experiencia tan extraña que había tenido ya que seguramente me tacharían cuanto menos de loco así que continué con mi vida aunque aún hoy me sigo preguntando  porque, o para que, o con qué fin me sucedió todo aquello. Desde entonces todas las noches al acostarme es inevitable pensar que quizá vuelvan a por mí para  llevarme a la sala de los triángulos.

Sé que es difícil asimilar todo esto, pero después de veinte años a la conclusión que llego es a la de que los sueños pueden dejar miedos o secuelas psicológicas pero aun no conozco a nadie que un sueño le haya dejado marcas físicas y menos unas figuras geométricas, que por cierto, con los años han ido adquiriendo un cierto color violeta. ¡Ah! una cosa más. No dejéis de observaros el cuerpo detenidamente al levantaros ya que cualquier marca puede ser significativa…de algo.