lunes, 23 de septiembre de 2013


En la Gloria

 

Álvaro acababa de separarse y tenía prisa por vivir. Era como si el hastío y la monotonía de los ocho años de matrimonio que había vivido los tuviera que recuperar de golpe. Salía asiduamente, buscando el hueco de unos brazos donde refugiarse, aunque casi siempre acababa pagando unos minutos de compañía en uno de los muchos burdeles que se asentaban en la ciudad. Los chats de internet, se convirtieron en acompañantes asiduos cada noche. Fue así como conoció a Gloria. Ella, tenía veinte años y hacía apenas un par de meses que se había venido  a la capital para trabajar  en una casa como interna y poder combinar el trabajo con los estudios. Por la noche, al terminar su jornada, se metía en su cuarto y encendía el ordenador para tomar apuntes sobre la materia  que quería estudiar. La encantaban los niños y estaba segura de que algún día tendría su propia guardería. Gloria no era muy asidua de los chats pero esa noche decidió meterse en uno de los muchos que hay en la red y fue allí donde coincidió con Álvaro. Estuvieron conversando un par de horas y se citaron para el domingo que era el día que Gloria tenía libre. Cuando se conocieron aunque él era ocho años mayor, se cayeron bien y comenzaron una relación en la que solamente se veían un día a la semana. Álvaro la había contado muchas verdades a medias. Es cierto que trabajaba en un banco, pero no era subdirector, sino un empleado. Tampoco era cierto que su matrimonio se hubiera acabado a consecuencia del desgaste, sino por sus continuas infidelidades. Después de dos meses, un día, Gloria le dijo a Álvaro que se había quedado embarazada. El mundo se le cayó encima cuando lejos de hacerse cargo de ese niño que venía en camino, Álvaro se inventó mil excusas para salir huyendo. << Creo que no estoy preparado para esto>> <<Si tu quieres tenerlo estás en tu derecho pero aunque me hiciera cargo de su manutención, siempre le faltaría el cariño de un padre>> <<Lo mejor es que abortes y con el tiempo, cuando estemos preparados podremos tener más hijos. Por supuesto, yo correré con los gastos>>. Gloria entendió que no podía contar con Álvaro y su situación no era la más idónea para sacar a un hijo adelante. No tenía madre y si se presentaba en el pueblo embarazada no encontraría la ayuda de su padre. Tampoco podía perder ese trabajo. Con todo en su contra y muy a su pesar no la quedó más remedio que deshacerse del bebé. Puso una excusa en su trabajo para poder disponer del fin de semana completo y consumó el aborto. Lo pasó bastante mal ya que tuvo complicaciones y estuvo sangrando un par de días. El domingo por la noche y aún sin estar recuperada abandonó la habitación de la pensión donde se hospedaron. Un ya te llamaré por parte de él, fue todo. Gloria tuvo que seguir con su vida ya que no volvió a saber de Álvaro.

         Diez años después la vida hizo que se encontraran de nuevo. Un día, Álvaro tuvo que ir a recoger a su sobrino a la guardería. Era un favor que le había pedido su hermana ya que ella no podría ir esa tarde. Cuando entró se dio de bruces con Gloria. Aunque el paso de los años había pasado para los dos, se reconocieron nada más verse. En ese instante, Álvaro se arrepintió de haber dejado escapar a Gloria. Se había convertido en una belleza espectacular de veintiocho años. Se la veía más mujer y muy segura de sí misma. Se saludaron y después de una escueta conversación Álvaro recogió a su sobrino y se marchó. Se había quedado tan prendado de Gloria que comenzó a ir cada día a recoger a su sobrino con la intención de intentar retomar lo que hace años tuvieron. Ninguno de los dos se había casado y Gloria volvió a dejar seducir por Álvaro. Después de un año de estar saliendo, decidieron casarse. Hicieron los preparativos de la boda. Álvaro estaba enamorado hasta el tuétano y quería que ese día fuera espectacular. Además ahora, sí se lo podía permitir ya que había ascendido a subdirector y su sueldo no era malo. El día de la boda, Álvaro esperaba a Gloria a la puerta de la iglesia. Siguiendo la tradición ella se retrasó, aunque no demasiado. Cuando el sacerdote pronunció las palabras << Quieres a Gloria por esposa y prometes amarla y respetarla etc...>> Álvaro emocionado y con los ojos llorosos se apresuró a decir <<Si quiero >> El cura, volvió a repetir lo mismo para Gloria. Ella se giró y mirándole a los ojos comenzó diciendo. << No, no quiero a Álvaro por marido >> No quiero a un hombre que no sabe respetar ni respetarse. No quiero a un hombre que es capaz de dejar a su compañera en la estacada. No quiero a un hombre que no sabe resolver los problemas y no quiero a alguien que es capaz de matar a su propio hijo antes de que nazca. Una vez dicho esto se dio media vuelta y salió de la iglesia. Nadie se esperaba todo aquello y se quedaron conmocionados, pero ella se sentía muy bien. Había impartido justicia ante la injusticia que un día la hicieron a ella y a su hijo. Nunca su nombre tuvo tanto sentido. Ahora, más que nunca, se encontraba en la Gloria.

Luis Renedo de la peña.

lunes, 9 de septiembre de 2013


 

UN ADIÓS ANTES DE LLEGAR

 

La puerta de la clínica se cerró tras Elisa. En la calle un precioso día primaveral invitaba a pasear. Elisa tenía  enormes ganas de gritar de alegría pero no iba a hacerlo. Esta vez no. Habían sido demasiadas veces las que después de la noticia  de un embarazo, la había tocado llorar amargamente. Llevaba intentando ser madre desde que contrajo matrimonio y de eso hacía casi diez años. Seis fecundaciones in-vitro se habían malogrado y con ellas las esperanzas de un embarazo que llegara a buen fin. Así que debía ser prudente y esperar por lo menos los cuatro primeros meses, que eran los de más riesgo. Caminó hasta un parque repleto de adelfas y se sentó en uno de los bancos de madera colocando las manos sobre su vientre en un intento de transmitir algo de ternura a la minúscula criatura que comenzaba a gestarse en su interior. Estaba respirando el olor a césped recién cortado mientras pensaba en lo caprichosa que a veces puede ser la vida. Tantos intentos fallidos y ahora cuando ya casi se habían dado por vencidos, el destino, devolvía ese brillo de alegría a sus ojos. — ¿Me permite sentarme?—Quien hablaba era una señora de avanzada edad. Elisa levantó la mirada saliendo del ensimismamiento en el que estaba. Observó un instante a la anciana señora. Su cara llena de arrugas no era desagradable y sus ojos verdes aún conservaban parte de la luz que irradiaron en otra época. Tenía el aspecto de una anciana entrañable y eso fue suficiente para que Elisa permitiera que se sentara junto a ella. Una vez que se hubo sentado colocó su bolso sobre las rodillas y sus manos encima de este. Entonces Elisa pudo observar una mancha con la forma de un racimo de uvas entre las arrugas del dorso de su mano derecha. Estaba tan bien definido que si no hubiera sido por su color marrón oscuro incluso podría haberse confundido con un tatuaje pero tenía todas las trazas de ser una mancha de nacimiento. —Quería darte las gracias por todo el cariño que siempre me habéis dado. —Las palabras de la anciana hicieron que Elisa volviera su cabeza hacia ella. —Se  que no me queda demasiado tiempo. —Continuó diciendo. —Pero quiero que sepas que siempre me he sentido muy feliz a vuestro lado. —Elisa no dijo nada. A esas edades la demencia senil es fácil que se instale en la mente. Así que se limitó a sonreír sin dar ninguna importancia a las palabras que acababa de escuchar. —Me gustaría besarte por última vez. —La anciana se levantó y acariciando el pelo de Elisa besó su frente. Después con pasos cortos fue perdiéndose por el parque hasta que desapareció. Ese beso… esos labios…Por un momento Elisa tuvo una extraña sensación pero no reparó en ello ya que su mente estaba ocupada por esa extraordinaria noticia que acababa de recibir.

Nueve meses después Elisa daba a luz una niña preciosa. Estaba escuchando el llanto de la pequeña mientras las matronas la limpiaban antes de entregársela. Cuando se la pusieron encima la niña buscó el pezón con avidez hasta que lo encontró. Sus diminutas manos se aferraron al pecho apretándolo en un intento de que la leche saliera con más fuerza. Entonces pudo verlo. En su mano derecha, en el dorso, una pequeña mancha tenía perfectamente definida la forma de un racimo de uvas. Apretó suavemente la pequeña cabeza contra su pecho y besó tiernamente a su niña sabiendo que viviría muchos años y gozaría de buena salud. Luego, mirándola dejó salir de sus labios unas gracias, aunque no supiera la pequeña aún el significado de esa palabra. O quizá si.

Luis Renedo De La Peña

martes, 3 de septiembre de 2013

Desde aquí quiero agradecer a todos los que habéis leído mi novela por las buenas críticas que de ella estoy recibiendo. Podéis adquirirla a través de Internet en www.Agapea.com www.libreriaproteo.com  www.librolibro.es  www.libritienda.com . También se puede comprar en La fnac El Corte Ingles y la casa del libro. Solamente deseo que la disfrutéis tanto leyéndola como yo la disfruté cuando la escribí.